"La facultad en cuanto a la producción científica en el área de ciencias agropecuarias es, lejos, la más importante del país”

Lun, 27/04/2009 - 09:56
Por FAUBA

Es profesor emérito de la Facultad de Agronomía, investigador y director del IFEVA. Comenzó en la Cátedra de Fisiología Vegetal y Fitogeografía de la mano de Alberto Soriano, pasó por la dirección de la Escuela Para Graduados, y hoy es un referente de los profesionales más jóvenes en el área de producción de cultivos extensivos.

Sus inicios fueron como ayudante en la Cátedra de Fisiología Vegetal y Fitogeografía de la Facultad de Agronomía. Podría decirse que es uno de los continuadores de la incansable tarea de Alberto Soriano, quien fue profesor titular de la misma cátedra desde 1957 hasta su fallecimiento, y un verdadero ejemplo para muchos principiantes, hoy profesionales, en el área de investigación en ecología y ecofisiología. El Ing. Agr. Antonio Juan Hall fue uno de sus seguidores y, actualmente, con más de cuarenta años de profesión, se destaca por su labor como director en el Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas Vinculadas a la Agricultura (IFEVA) así como por su tarea como investigador del cultivo de girasol y su rol de docente. Hace un año fue nombrado profesor emérito, por lo que dejó los cursos de grado y continuó dictando clases en la Escuela Para Graduados Alberto Soriano (EPG), de la que también fue director durante siete años hasta el 2004. 

El profesor emérito, hoy director del IFEVA, fue fundador de ese instituto, con Soriano a la cabeza, y junto a otros ingenieros entre los cuales se encontraban León y Sánchez.

En los años sesenta el joven ingeniero agrónomo, bajo la influencia de Soriano, viajó a Australia para doctorarse en Ciencias Biológicas. A su regreso, siempre bajo el padrinazgo de su mentor, comenzó a dedicarse a los cultivos anuales trabajando, primero, en la tolerancia de la sequía en el maíz detrás del pabellón central de la FAUBA y, más tarde, a especializarse en girasol. “Soriano era una persona que siempre tenía ideas, y siempre estaba tratando de alentar a la gente que tenía alrededor para iniciar investigaciones y sostenerlas, aún cuando eran épocas difíciles. Fue un gran apoyo para todos”, recuerda el Ing. Hall. Una de esas épocas estuvo conformada por los años 70 y principios de los 80, una etapa difícil, según cuenta, para quienes querían combinar docencia universitaria con investigación. Fue la financiación de una semillera la que le dio un respiro al equipo de Soriano en 1981. Así, se pudieron costear los primeros estudios de tolerancia a la sequía en girasol liderados por Hall, lo que le valió, después algunos años más de experiencia, un Konex de Platino (1997) y el premio Pustovoit otorgado por la International Sunflower Association (2008).

“Hay muchas cosas que no conocemos y no entendemos respecto de cómo funcionan los cultivos en relación al manejo que se les da y al ambiente en que están metidos. Entonces, lo que yo he tratado de hacer, en la medida de mis posibilidades, es aclarar la relación entre cultivo y manejo, y cultivo y ambiente: cómo responde el cultivo de girasol a situaciones de sequía, qué margen de maniobra tenemos para mejorar la resistencia a sequía, cómo funciona el cultivo de girasol respecto al nitrógeno”, explica el profesor emérito en su oficina del IFEVA, instituto del que participó desde sus comienzos como fundador, con Soriano a la cabeza, y junto a otros ingenieros entre los cuales se encontraban Rolando León y Sánchez. A principios de los 80, el Programa de Productividad de Sistemas Agropecuarios (PROSAG) del CONICET, que funcionaba en la Facultad de Agronomía, fue el antecedente del IFEVA donde trabajaba el grupo de investigadores liderado por Soriano. A partir de 1981 el CONICET apoyó las actividades del equipo a través del PROSAG y en 1987 el IFEVA fue creado por resolución del Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires y la aprobación del Directorio del CONICET. Su objetivo, desde entonces, es desarrollar investigación básica y aplicada en fisiología y ecología vegetal, relacionada con problemas agronómicos y con el uso sustentable de los recursos naturales.

Una de las preocupaciones a nivel mundial es el cambio climático que se viene dando en todo el planeta en los últimos años, ¿el agro puede prepararse para afrontar estos cambios?: “La única cosa que está bien clara con respecto al cambio climático es el aumento en la concentración carbónica. El tema de la temperatura lo hemos empezado a trabajar, pero no en el contexto particular del cambio climático porque a pesar de todo el interés que se ha puesto en ese tema, en realidad lo que necesitamos son herramientas que nos van a permitir enfrentar las eventuales consecuencias de esos cambios. Una de las cosas que se piensa que van a suceder es el aumento de los períodos de sequías y altas temperaturas, entonces hemos tratado de enfocar desde la ecofisiología de los cultivos ese tipo de cuestiones. Si tenemos un pronóstico razonable de cuál va a ser la situación a futuro, podemos predecir con razonable seguridad cuál va a ser el impacto sobre la producción y la calidad de lo producido”.

Desde hace diez años el instituto produce entre 50 y 60 trabajos científicos por año que se publican en diversas revistas especializadas, lo que ubica al IFEVA en un nivel elevado, por encima de las otras instituciones dedicadas a las ciencias agropecuarias en el país. El ing. Hall, que cuenta con 70 trabajos publicados, afirma que las nuevas generaciones resultan más prolíficas y cree que la mirada debe estar puesta en los profesionales que promedian los cuarenta: “Tuvieron menos responsabilidades administrativas, y supieron aprovechar estas circunstancias. Cuando nos iniciamos esta camada más veterana, publicar era importante pero no teníamos tantas posibilidades ni tampoco estaban tan claras las exigencias”, opina y sentencia: “Nuestra facultad desde el punto de vista de la producción científica en el área de ciencias agropecuarias es, lejos, la más importante del país, y un componente importante de esa posición sobresaliente de la facultad es la actividad de investigación del IFEVA”. Así, el esfuerzo y sacrificio de años, le valió al IFEVA, en el último tiempo, el premio a la trayectoria innovadora por parte de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, dependiente de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Nación (SECyT).

Según Hall estos niveles de excelencia tienen, por lo menos, una explicación; en 1992, cuando era coordinador de la maestría de producción vegetal, se dio un debate acerca de si se debían o no plantear estándares mínimos de exigencia para la aprobación de las tesis de posgrado. Según cuenta Hall, en la Argentina sólo tres programas se decidieron por maximizar su nivel educativo: el de la Escuela Para Graduados Alberto Soriano, el de Balcarce y otro en la Universidad del Sur. “Cuando se festejó el centenario de la facultad, el decano nos pidió que hiciéramos un taller en el que desarrollamos una mirada retrospectiva e hicimos un análisis del impacto de los programas de formación de recursos humanos de la Argentina sobre las publicaciones en ciencias agropecuarias. Las diferencias entre aquellas escuelas que habían decidido no levantar el nivel y las que sí, era abismal. Unos, como la EPG, estaban en cierto sentido a tiro de los estándares internacionales y en los otros había producción casi cero”, se enorgullece.

La computadora encendida, los libros abiertos, el escritorio revuelto dan cuenta del trabajo diario de Antonio Juan Hall; al mismo tiempo un armario repleto de fotos familiares dan cuenta de la otra parte de su vida de quien sueña desde hace años con la idea de dedicarse un año sabático. Sin embargo, y por el momento, su ferviente vocación lo tienta y sale ganando, lo lleva de la mano hacia las aulas, la oficina, el campo, la Facultad de Agronomía.

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Facultad de Agronomía - Universidad de Buenos Aires